Así es, echo de menos a mi hija cada día, ¿por qué no iba a hacerlo? Es difícil de comprender para la mayor parte de las personas que no han pasado por ello, esperan que pasado “un tiempo” vuelvas a ser la que eras, sin embargo, nunca voy a ser aquella que fui. En mis hijas veía el futuro y disfrutaba el presente, ahora el pasado se ha convertido en presente continuo porque para una de ellas no hay futuro, ni siquiera hay presente. Mi presente es su ausencia que en forma de recuerdos a veces despierta una sonrisa, otras un dolor insoportable, y siempre una melancolía en la que me muevo lo mejor que puedo. Soy la madre de una niña que ha muerto, resulta complicado para los demás, ¿cómo validar a Izas? Algunos no la han conocido, otros creen que si la nombrar me hacen recordarla y provocan dolor, y yo me pregunto, ¿alguien puede olvidar a sus hijos vivos?. Estás trabajando y piensas si tu hijo estará disfrutando de esa excursión del cole, o si el examen le saldrá bien, o si le sigue doliendo la cabeza…¿por qué voy a olvidar a mi hija? No, no lo hago, y que evites nombrarla, que te sientas incómodo cuando yo hablo de ella es lo que me produce dolor, porque sí, a veces necesito saber que la piensas, que la recuerdas, que también la echas de menos. Ante la pregunta ¿cuántos hijos tienes? me quedaba paralizada, una mamá en duelo me dio la respuesta correcta: Dos, una tiene 11 años, la otra tendría 10. Seguro que no es lo que alguien espera escuchar, pero es lo que yo necesito decir. Podría comparar el dolor como el mar, en el que me deslizo, en el que floto, en el que a veces me sumerjo, del que en ocasiones parece que no puedo salir a la superficie, y otras en las que disfruto del reflejo de los rayos del sol en el agua, pero hay ocasiones en las que se desata una tormenta, días con un significado especial, a veces íntimo, a veces social, como hoy, el día de la madre, en el que soy la mamá de dos niñas, pero una de ellas está muerta. Y en días como hoy, ese mar en el que vivo se convierte en un tsunami, una tempestad de rayos, truenos, olas gigantes que sacuden mi cuerpo y que me hacen ser consciente de ese vacío inmenso. No, no me recuerdes que tengo otra hija, lo sé ¿alguien puede olvidar cuántos hijos tiene? El amor no tiene compartimentos, un trocito para cada hijo, el amor es global, y así, con la misma intensidad que amo a mi hija mayor, en presente y en futuro, amo a mi hija pequeña, a la que ya no está, en presente y en pasado, a Izas. Permitidnos a las madres y padres en duelo llorar y disfrutar al mismo tiempo, porque sí, somos felices por la hija que tenemos y sufrimos por no tenerla ya.
El día de la madre no es igual para todas